Más testigos complican al hijo de María Eugenia

El juicio oral por el crimen de la mujer de Jesús María sigue sumando elementos. Esta semana hubo testimonios relevantes.

Judiciales 16/11/2019

0_jeremias-sanz-juicio.jpg

En la Cámara 8ª del Crimen de la ciudad de Córdoba, donde se viene desarrollando el juicio oral para esclarecer cómo asesinaron a María Eugenia Cadamuro y si su hijo, Jeremías Sanz, fue el autor de los dos disparos que acabaron con su vida, la lista de indicios interconectados en contra de este último no ha cesado de crecer.
 
A tal punto que el presidente del Tribunal, Juan Manuel Ugarte, detalló que habrá cuatro audiencias más para receptar los testimonios que faltan antes de dar lugar a un receso de cuatro o cinco días para luego presentar los alegatos.
 
Esta semana, resultó crucial el aporte de los testigos María Isabel Cisterna y su marido, Luis Nievas, para ratificar que María Eugenia le tenía miedo a su hijo, que se sentía presionada para enajenar bienes que no quería y que le costó horrores convencer a sus hijos para que firmaran los papeles para formar una sociedad anónima con el objetivo de que ella pudiera retomar las riendas de sus propiedades, que anticipadamente le habían hecho testar en nombre de sus dos hijos, Guadalupe y Jeremías.
 
“Cuando ella (por la mujer asesinada) vino de Estados Unidos, empezó a ver cosas raras, no le daban los números. A su entender, sus hijos iban a malgastar la herencia. Primero, fue con Guadalupe a ver a un abogado a Córdoba, y después Guadalupe convenció a su hermano”, atestiguó Cisterna.
 
Vale mencionar que, antes de su declaración, la mujer tuvo que ser asistida médicamente por una crisis de nervios. Y lo explicó en la sala: “Yo me sentía familia, pero con el paso del tiempo me di cuenta de que eso se rompió. Ahora somos sólo conocidos. Nosotros, como amigos, buscábamos a María Eugenia (durante el tiempo en que la mujer estuvo desaparecida), pero ellos se pusieron en contra de nosotros”.
 
Cisterna ratificó que María Eugenia, por el miedo que sentía, había puesto alarma en su casa, incluso quería comprar gas pimienta. “Me decía: ‘Siento que este pendejo me va a matar’. Y ella no quería sentir miedo”, relató la mujer ante el jurado.
 
¿Información privilegiada?
 
Otro dato significativo que Cisterna aportó, y que ratificó su marido, fue el de una reunión que hubo en la casa que Jeremías Sanz alquilaba en Sinsacate el día en que fue detenido y después de un allanamiento, el 31 de marzo de 2017. Dijo que se hizo presente allí Gimena Patat, quien era en ese tiempo esposa de Andrés Cadamuro, primo hermano de Jeremías.
 
“Estábamos reunidos, pensando, sin saber qué iba a pasar, y Gimena dice: ‘Jere está muy complicado, hay pruebas que lo comprometen mucho, y lo van a llevar a Bouwer’”, relató la mujer. Después, describió que con Gimena se fueron haciendo algunos ‘aparte’ a medida que fueron llegando a la reunión Pedro Sanz (padre de Jeremías) y Mabel Cadamuro (tía del joven y hermana de María Eugenia).
 
“Mabel salió shockeada, parecía un fantasma, venía en el aire y le dice a Pedro (Sanz): ‘Vamos a necesitar un milagro. Si hace falta vender los campos, los vamos a vender’”, completó la testigo.
 
Aunque Cisterna refirió que Gimena estaba allí como parte de la familia, quedó claro por una pregunta de la querella que era, además de abogada, hija del juez Oscar Patat, por entonces en funciones en los Tribunales de Jesús María y un funcionario judicial con ascendencia en el foro local.
 
A su turno, Luis Nievas refirió que a la salida de la reunión Guadalupe Sanz les pidió que por favor no comentasen lo que habían oído allí. También recordó una charla que mantuvo con Facundo González, pareja conviviente de Mabel Cadamuro, en la que este le refirió que iba a tomar represalias contra María Eugenia por haberlo denunciado en una causa por agresiones mutuas que se habían propinado las hermanas, en 2016.
 
El amigo
 
Paralelamente a la sustanciación del juicio, en la otra causa que se sigue en Jesús María para determinar si hubo cómplices del crimen o de su ocultamiento, Nicolás Rizzi declaró ante el fiscal de Instrucción Guillermo Monti y aseguró ser inocente en el delito de encubrimiento agravado que se le imputó la semana pasada. Rizzi permanece detenido en la prisión de Cruz del Eje.
 
El joven no aceptó responder preguntas del fiscal, hizo consideraciones que estimó útiles para su defensa, y pidió ser liberado y que le notificaran acerca de cuáles son las pruebas que se sustancian en su contra.
 
El fiscal le contestará en 10 días si lo deja libre o si pide la prisión preventiva, mientras prosigue la investigación.
 
El talle de la campera
 
Una curiosidad observada durante el juicio fue que el acusado por el homicidio de su madre concurrió a dos audiencias con una campera azul, bastante parecida, excepto en el color, a la que tenía puesta su madre el día en que descubrieron su cadáver oculto en un campo y enterrado a más de un metro de profundidad.
 
En una foto del voluminoso expediente, Jeremías aparece posando con una campera borravino igual a la que tenía puesta su madre. Esa campera era talle L. En un reconocimiento fotográfico reciente, a la pregunta sobre su talle, Jeremías respondió “XL”.
 
Se sabe que María Eugenia salió de su casa, el 15 de marzo de 2017, con calzas y musculosa negra, zapatillas deportivas y medias. No llevaba campera. Y su talla, por su escaso volumen corporal, debe haber sido S o, cuanto mucho, M.
 
Si la cuestión de la campera se incorpora al debate y a los alegatos del fiscal y de la querella particular, establecer la pertenencia y los talles podría ser otro punto clave en el caso.
 
La sentencia se dictaría en diciembre
 
Resta que declaren testigos y peritos, más los alegatos.
 
El miércoles y el jueves próximos, el juicio oral sumará más testimonios. Declararán diversos agentes de la Policía que hicieron peritajes específicos, además de otros testigos. Entre ellos, un examigo del imputado Jeremías Sanz que lo hará vía teleconferencia porque se encuentra fuera del país.
 
Quedará luego una semana más por algún eventual testigo antes de que se escuchen los alegatos de la Fiscalía, de la querella y de la defensa, que deberían presentarse en la primera semana de diciembre. A mediados de ese mes habría sentencia.
 
Fueron dos disparos mortales
 
Los peritos forenses que hicieron la autopsia sobre el cadáver de María Eugenia Cadamuro, los médicos especialistas Nicolás Cámara y Nelson Jaremczuk, les explicaron al tribunal y a los jurados populares la conclusión a la que arribaron después de haber analizado los restos de la mujer, pero aclararon que sólo pudieron trazar una hipótesis porque desconocían el lugar exacto donde tuvo lugar la ejecución.
 
De la explicación que ofrecieron quedó claro que María Eugenia recibió dos disparos que le generaron heridas de características graves y mortales.
 
El primero fue realizado a unos 80 centímetros de distancia, desde atrás y por el costado izquierdo, cerca del corazón.
 
Es probable que ese impacto haya derribado a la mujer o la haya hecho poner de rodillas, ya que el segundo disparo fue a la misma o a menor, pero desde arriba hacia abajo, desde la parte frontal derecha y con orificio de salida en la zona occipital izquierda trasera.
 
 
“Por la lesión que tuvo en el cráneo, ni llevándola de inmediato al hospital Italiano de Buenos Aires o a la Fundación Favaloro se hubiese salvado”, ejemplificó Jaremczuk ante el tribunal, tras explicar que el tipo de heridas provocadas suponían escasa sobrevida.
 
Respecto de la fosa donde fue encontrada y la forma en que resultó hallado el cadáver, embolsada primero y envuelta con una manta después, Cámara acotó: “Estamos en presencia de un ocultamiento hecho de determinada manera. Quien lo hizo tomó recaudos para que no fuese hallado. Estaba bien protegido de la fauna cadavérica”.

Más de Judiciales

Comentá esta nota