La familia de Luis Contreras, un ladrillero de barrio Las Cortadas que se encuentra retirado de la dura actividad física que implica ese trabajo, lleva cuatro generaciones elaborando ladrillos en la ciudad de Deán Funes. 

 

Su abuelo, su padre, él y ahora su hijo siguen en pie el micro emprendimiento que les permitió subsistir, alimentar y educar a toda la familia. “Aprendí mirándolo a mi abuelo que también tenía cortada, yo de los 13 años que comencé, no podía dar vuelta el molde porque era muy pesado y lo hacía en el suelo”, expresó entre risas de orgullo.

 

En su relato, Luis recordó la época de mayor producción cuando empresarios hasta de Rosario arribaban a la ciudad para cargar 17 mil unidades por equipo. “Las cortadas ya son pocas, no hay muchas cortadas, había algunas que tenían hasta 18 empleados, venían de Rosario y cargaban 17 mil por equipo por vuelta”, remarcó.

 

Con esa demanda se venían comprometidos a comenzar la jornada a las 5 de la madrugada y finalizarla cuando el sol se ponía. Luis, también rememora que entre esas largas horas de trabajo sacrificado “solo había media hora para comer y continuar de poniendo el lomo”.