Mujeres y el techo de cristal en la función pública

La carga en busca de reformar las estructuras gubernamentales, que a lo largo de los años han sido totalmente patriarcales, parece ser algo aun difícil de alcanzar. Por María Emilia Eslava.

Sociedad 21/05/2022

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A las mujeres nos cuesta mucho llegar a ocupar lugares de decisión real en la esfera pública, ¿será que siempre el esfuerzo debe ser doble? La carga en busca de reformar las estructuras gubernamentales, que a lo largo de los años han sido totalmente patriarcales, parece ser algo aun difícil de alcanzar.
 
Repasemos algunos números. En el mundo el 11% de los países tienen mujeres al frente de sus estados y/o gobiernos. Sólo el 21 % de quienes ocuparon ministerios fueron mujeres, y apenas en 14 países, los gabinetes de Gobierno han alcanzado el 50 % o más de representación femenina.
 
En Argentina, de las 24 provincias, hay 2 gobernadoras y 6 vicegobernadoras, y en la mitad, la presencia de mujeres en los gabinetes no llega al 30%. En 7 provincias argentinas nunca una mujer llegó al cargo de gobernadora ni de vice.
 
En nuestra provincia casi el 17% de los 427 municipios y comunas está al mando de mujeres, 71 para ser exacta. Un gran avance, siendo éste el periodo con más mujeres al frente en toda la historia, aunque claramente aún nos falta.
 
Las cinco carteras ministeriales dirigidas por mujeres son generalmente relacionadas a temáticas asociadas al cuidado, como familia, niñez, juventud, derechos humanos, adultos mayores, discapacidad, adicciones, seguidas por asuntos sociales, ambientales, recursos naturales, empleo,  trabajo, y  género. Entre las pocas excepciones locales se puede mencionar a una ministra de obras públicas, de las fuerzas de seguridad y defensa o de la cartera económica.
 
Recuerdo mis épocas de estudiante y de joven profesional, antes de asumir mi función pública. Se criticaba la ley de cupo instaurada en nuestra provincia, ya que se sostenía que las mujeres no necesitábamos de un cupo para acceder a los lugares de decisión. La realidad me demostró que sin esa ley de cupo femenino (que es solo para órganos legislativos) no ocuparíamos ni la mitad de los lugares que hoy ocupamos, sin importar si estamos preparadas y tenemos una propuesta de valor para el lugar al que aspiramos.
 
He escuchado de los más variados argumentos a lo largo de mi vida: que no “entendemos de política”; que somos muy temperamentales y dogmáticas; que somos inflexibles para negociar; que cuando reclamamos con vehemencia, las cosas injustas que suceden, somos locas, impacientes y con inestabilidad para lugares importantes que el hombre por su templanza y plasticidad maneja mejor. Aquello que tenemos para aportar para que las cosas cambien y cómo lo vamos a hacer, no es lo primero que tenemos que mostrar.
 
La exigencia y las altas varas siempre son mayores para las mujeres a la hora de querer ocupar un lugar de decisión; pareciera que muchas veces la única función es cumplir con el cupo de género, y las veces que se quiere aspirar a estos puestos decisivos, históricamente ocupados por hombres, hay que demostrar el doble y el triple. ¿Y  por qué el triple? Primero hay que desandar los prejuicios de género que se indicaron más arriba, segundo hay que demostrar la formación, la capacidad y la audacia para los lugares a los que se aspira, y tercero tenemos que amalgamar todo con la vida familiar. Por más que tengamos responsabilidades compartidas en el hogar, hay épocas en la vida de la mujer que por nuestros roles, como el de madre de un niño pequeño, requieren que tengamos más atención en la casa.
 
 
La condición de mujer no nos hace ni víctimas inferiores ni superiores solo por serlo. Somos igualmente capaces con características y miradas complementarias para poder conducir los destinos de nuestras comunidades, de poner las condiciones necesarias para dotar de progreso a nuestros pueblos, y lograr que nuestra gente, con la que vivimos día a día, tengan las herramientas para una vida mejor, con más dignidad y oportunidades. Porque si algo tenemos doble es el coraje y la audacia para sobreponernos y llegar a dónde queremos.
 

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