Por bajo peso, dos voluntarias dejan de comer la canasta básica del Indec

Participaban de la investigación de seis meses. Pero perdieron 5 kilos, y su salud estaba en riesgo. El equipo coordinador analizó la situación, y decidió retirarlas.

Sociedad 15/12/2019

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Decaimiento, debilidad, sueño irregular, sed constante, sudoración distinta, atrasos en su período menstrual. Esos fueron algunos de los síntomas de Florencia Demarchi tras pasar tres meses comiendo la Canasta Básica Alimentaria (CBA) con la que el Indec mide la pobreza. Pasó de pesar 60 kilos, a 55. Estaba al límite del bajo peso. Su densitometría mostró una pérdida de masa grasa. 
 
No tuvo mucha opción. En una decisión conjunta con el equipo Czekalinski, debió salir del grupo de voluntarios cordobeses que busca analizar –poniendo el cuerpo– los efectos de alimentarse con una canasta básica cuestionada no sólo por su composición –puro pan y fideos, escasa carne, frutas o legumbres– sino también como medida única para determinar quién es pobre o indigente en Argentina.
 
 
“Yo no lo percibía, pero la gente me veía la cara, los brazos… se notaban los huesos… ya no podía perder más peso sin que se comprometiera mucho mi salud… hubo que dejar”, dice Florencia, quien por su profesión –nutricionista– disponía de los conocimientos para preparar, racionar y planificar su alimentación en base a la CBA. "Imaginá los que no cuentan con esos recursos", grafica.
 
“Estar pensando todo el tiempo en eso me quitaba tiempo y energía. Generaba malestar, así como no tener poder de decisión sobre qué comer, cuándo y cómo… sentís que te quitan ese derecho, aun siendo voluntaria. Eso me hizo generar empatía con las personas a las que les pasa eso… 
 
–¿Cómo estás ahora?
 
–Emocionalmente, más tranquila. Me bajó el nivel de ansiedad. Físicamente aún no… Estoy durmiendo mejor, y empecé a comer bien y siento más distensión abdominal… es porque me tengo que volver a adecuar a lo de antes.
 
–¿Qué enseñanza te deja esta experiencia?
 
–Soy muy testaruda, y me cuesta haber dejado antes de los 6 meses. Pero igual esto me sensibilizó más de lo que pensaba… entender que una necesidad básica, si no está satisfecha, no te deja pensar ni desarrollarte… Este proyecto permite sensibilizar sobre eso… es como abrirnos a un mundo paralelo al que vivimos.
 
Igual que a Florencia, a Claudia Albrecht le pasó lo mismo. A los tres meses, debió bajarse del proyecto.
 
De la tristeza a la bronca
 
“Las sensaciones fueron muchas y fueron mutando… tristeza, frustraciones, bronca, aburrimiento, dolor… pero ninguna partía desde el hambre. Comer pan todo el tiempo es aburrido, comer todo blanco es aburrido. Pensar todo el tiempo qué podes comer mañana es triste. Sentirte limitado, no poder elegir te enoja. Verte en desigualdad frente al que sí puede elegir, también te enoja. Pensar que eso es el día a día de 17.630.387 personas, duele”, reflexiona Claudia, la otra voluntaria cordobesa que pasó tres meses comiendo la CBA. 
 
Claudia bajó casi tres kilos.
 
Mirá lo que escribió Claudia sobre su experiencia.
Matías Scavuzzo coordina el grupo de nutrición del equipo Czekalinski. Fue uno de los que llegó a la conclusión de que ya era muy riesgoso que Florencia y Claudia siguieran comiendo CBA. 
 
“Bajaron de peso bruscamente en el segundo mes y se estabilizaron en el tercero. Las densitometrías corroboraron un descenso de masa grasa. En el caso de Florencia, por ejemplo, hubo aumento en creatinemia y descenso en magnesio, ferritina, ácido fólico, B12 e insulina”, cuenta Matías.
 

 

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