Se duplicó en Córdoba capital la demanda de raciones de comida.

Cada vez hay más ollas populares y en los merenderos infantiles se suman adultos para comer. Provincia y municipio coinciden en que el pedido de ayuda social creció en la pandemia.

Sociedad 02/05/2021

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Mandaban a sus hijos, pero desde hace unos meses el hambre hizo que también madres, abuelos y papás, los últimos en incorporarse, concurran a los comedores y merenderos de Córdoba capital.
 
Ya suman más de 600 los puntos de entrega de viandas en la ciudad y en casi todos la demanda de comida se duplicó. Hay algunos lugares que tienen personas en lista de espera por un plato.
 
La realidad de quienes no tienen para comer cruza no sólo a los barrios de la periferia de Córdoba, sino también al área central y a los puntos más próximos, donde hay colas por llevarse una porción de comida.
 
LA VISIÓN DEL ESTADO
 
La Voz consultó al Gobierno provincial y a la administración municipal sobre cómo observan esta tendencia en aumento y qué acciones se llevan adelante. La respuesta fue coincidente: a los comedores ya no llegan sólo niños y niñas. Desde hace unos meses, se sumaron hombres, los últimos, por general, en ir a estos lugares. Muchos de ellos empujados por la falta de changas, de cartones para juntar o de trabajo en la construcción.
 
 
El ministro de Desarrollo Social, Juan Carlos Massei, fue tajante al advertir que “cuando se incrementan los casos de contagios de coronavirus, debe la Provincia aumentar la ayuda alimentaria”. “Hay dos prioridades en el gobernador (Juan Schiaretti), lo sanitario y la alimentación. Siempre nos caracterizamos por programas de capacitación, porque eso ayuda a salir de la indigencia, pero tuvimos que salir a aumentar la ayuda alimentaria, los módulos, lo urgente”, se confesó.
 
RED DE COMEDORES
 
“Hoy llegamos al 38 por ciento de los cordobeses con alguna de estas ayudas, más los programas de Nación, por lo que podemos decir que el 50 por ciento de los cordobeses está alcanzado por una ayuda. Esta situación hizo que aumentáramos en un 50 por ciento las partidas del Presupuesto 2021 para Desarrollo Social”, precisó Massei.
 
Tal vez lo único positivo que describió en este cuadro de situación, pero no menos alentador, es la red de comedores que se tejen para asistir a quienes necesitan alimentarse: algunos con ayuda del Gobierno provincial; otros de la Municipalidad, de organizaciones barriales y sociales, iglesias católicas o evangélicas y de vecinos que, a pulmón, juntan productos alimenticios para las viandas.
 
¿Hay alguna situación comparable y tan crítica como ésta?, le preguntó La Voz al ministro de Schiaretti. “El 2001, no hay como ese momento. Hoy tenemos más redes, más presencia del Estado, más organizaciones que trabajan en esto, una red más fortalecida”, aseguró.
 
MERENDEROS
 
De acuerdo con los números que maneja la Provincia, en Córdoba capital hay 315 merenderos bajo programa, es decir con asistencia directa del Gobierno, además de unas 200 ollas populares a las que se ayuda con módulos, muchas de estas surgidas en los últimos meses.
 
 
El mapa de geolocalización que tiene la Municipalidad de Córdoba, y que también cuenta con datos cruzados con el Gobierno provincial, precisa un número mayor de comedores y merenderos: llega a 618 puntos de entrega de viandas. Y una observación no menor: en las últimas semanas casi no hay comedores que entreguen menos de 80 viandas.
 
La gran mayoría debió pasar a dar entre 150 y 200 porciones, aunque hay también comedores que tuvieron que subir hasta 300 raciones y siguen con personas en espera para llevarse un plato de comida. En diciembre de 2019, un estudio de la Facultad de Ciencias Sociales revelaba 305 comedores en esta capital.
 
TRABAJO INFORMAL
 
“Desde el 19 de marzo de 2020, con el aislamiento en la Argentina, el trabajo informal comenzó a estar más golpeado. Albañiles, electricistas, plomeros, costureras, todo trabajo en negro, sin ingresos prácticamente, y fue ahí cuando empezamos a ver que los índices de pobreza e indigencia aumentaron”, dijo Massei.
 
“Por ello, tuvimos que redireccionar los programas de capacitación y reconvertirlos en programas alimenticios”, insistió el ministro. “Y cuando aumentan los casos, lo alimentario es lo prioritario. Se trata de trasladar partidas, porque antes iban los chicos a los comedores y ahora va toda la familia”, agregó.
 
El secretario de Políticas Sociales de la Municipalidad, Raúl La Cava, coincidió en que el número de pedidos por viandas aumentó y que en los comedores se dan distintas situaciones: algunos no logran continuidad por falta de recursos, otros se fusionan entre grupos de vecinos para sostener una vianda, además de los que reciben algún tipo de asistencia del Estado. De acuerdo con el mapa de estos lugares, hay 680 puntos en la ciudad, de los cuales 200 son asistidos por el municipio, otros, por la Provincia, y el resto, por voluntarios u organizaciones.
 
QUÉ DICEN LOS DATOS
 
“Se realizó un mapa que llevó mucho tiempo, pero pudimos triangular datos con la Provincia. Hay un resurgimiento de comedores en virtud de que las familias se juntan en los sectores vulnerables, pero otros se han caído”, comentó.
 
“Auxiliamos y tratamos de no sólo ofrecerles un programa nutricional, sino también un espacio en el que se trabajen los derechos de los niños, los cuidados en la manipulación de alimentos porque vemos que antes iban por la merienda, pero ahora se sumó la persona mayor, la mamá, el abuelo”, explicó el secretario municipal.
 
Incluso, algunos de estos lugares se han transformado en merenderos que dan porciones de cena casi al caer la tarde.
 
“Hoy lo mínimo que está dando un comedor son 80 raciones de alimento cada día, tenemos zonas como barrio Villa El Libertador, en la que son más personas para comer. Y aunque no sea periferia, también vemos esa situación en los barrios del Centro de la ciudad”, insistió el funcionario.
 
“Los mismos comedores tienen hoy listas de espera para entregar nuevas raciones. Y varios están regulando esas listas, para serte sincero. Nosotros los acompañamos en esa urgencia, en la salud, en los medicamentos, en los módulos alimentarios, como un refuerzo alimentario”, dijo La Cava.
 
MÁS QUE UN PLATO DE COMIDA
 
Otras demandas que se incrementó en los últimos meses son las de frazadas, leche, trabajo y contención. En la pandemia, el trabajo territorial en los comedores comunitarios, que incluye continuar trabajando en momentos de mayor aislamiento y restricciones, se vio afianzado como un punto de relación y de confianza de los vecinos hacia quienes les dan un plato de comida.
 
Este es un tema que conoce bien Aldo Ortega, presidente del centro vecinal de Villa El Libertador, que entrega dos veces a la semana viandas en la plaza San Martín y una en La Toma, en el sur de la ciudad, pero que también recibe otros pedidos urgentes.
 
“Cada vez está yendo más gente al Centro por las viandas, más en situación de calle. Nos piden ahora frazadas, más cosas. Muchas personas no llegan a pagar un alquiler por día para dormir en alguna pensión. Les piden 700 u 800 pesos. Pero quienes viven del cartón ya no tienen para comer”, contó Ortega.
 
AUMENTO EN LAS RACIONES
 
“Hoy estamos dando en la plaza unas 150 porciones. Empecé con 80 raciones, después aumentamos a 120 y subimos a 150 ahora, porque piden. Hay cinco personas que van con chiquitos y el resto es gente grande, jóvenes, vendedores. Esto es muy triste; unos pocos juntan plata para dormir y otros duermen adonde los encuentra la noche”, describió el dirigente vecinal.
 
El relato de Ortega es coincidente con lo que cuenta Cintia Bazán, quien con su hijo, manda viandas al merendero de la villa El Chaparral, próxima a la avenida Vélez Sársfield al 1700. Ella comenzó con la preparación de meriendas para los más chicos, pero debió reconvertirse para ayudar también a los adultos.
 
“Hago viandas y las mando. Lo que veo es que es mucho más la demanda porque vienen vecinos de otros lugares, como Villa Angelelli, Nuestro Hogar III, Villa El Libertador y Comercial. Se acercan incluso hasta mi casa para pedir una vianda”, contó la mujer.
 
MULTIPLICAR LA AYUDA
 
“Hoy llevo de 70 a 80 raciones por cada lunes, miércoles y viernes, y hay incremento porque tenemos más chicas embarazadas en El Chaparral, nuevas familias que se sumaron. También me piden alimentos las personas mayores; son sobre todo las personas que cuidaban autos o cartoneros. Lamentablemente, muchas veces salen de mi alcance porque no podía hacer viandas para los chicos”, dijo.
 
“No me alcanza el sustento para darles a todos, así que tengo prioridad para los chicos, mamás embarazadas y adultos mayores”, resumió la mujer.
 
En Villa Ávalos, Eli y Carlos Ortega tienen el Merendero Esperanza, y desde hace unas semanas notan que llegan más vecinos de otros barrios del este de la ciudad a pedir por comida.
 
“Cada vez tenemos más gente. Hoy son 183 viandas, antes eran 80; aumentó mucho. Tenemos chicos, pero vienen de todos lados, no sólo de Villa Ávalos”, contó la mujer, angustiada porque no sólo hacen frente al hambre, sino en muchos casos reciben los problemas de las familias.
 
Silvia Quevedo, una de las referentes de Barrios de Pie, organización que trabaja con una red de comedores y espacios de asistencia social, sumó una mirada más allá de la necesidad de comida.
 
POBREZA ESTRUCTURAL
 
“Esta es una situación social complicada y la pandemia dejó en evidencia cuestiones estructurales vinculadas a la pobreza. Y dejó también vulnerable al sector al que pertenecemos nosotros, porque el trabajador de la economía popular depende de la changa y eso prácticamente desapareció”, dijo.
 
“Esto implicó un aumento de personas que antes no concurrían a nuestros centros comunitarios a pedir comida o algún alimento. Y eso generó una demanda grande en cada uno de estos centros o espacios comunitarios que buscan no sólo resolver el alimento diario, sino ayudar en los apoyos escolares, por la falta de conectividad de niños y niñas”, agregó Quevedo.
 
“Esto duele, porque a veces hay contagios y tenemos que cerrar la copa de leche y hay que buscar otros dispositivos para abordar la ayuda a esas familias. En toda la provincia estamos asistiendo a unas ocho mil familias, en total unos 150 centros comunitarios. Muchas veces es gente que tenía empleo, lo perdió por la crisis y ya no lo tiene; se acerca en el marco de la pandemia. Siempre trabajamos con esa visión de una cooperativa”, dijo.

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