Belgrano y una final para la historia en Alberdi

El líder de la Primera Nacional logró un triunfo 1-0 clave sobre el escolta Instituto en el clásico y le sacó ocho puntos de distancia en la tabla. Una victoria que puede valer un ascenso.

Deportes 20/08/2022

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Belgrano lo hizo. Belgrano ganó la final que era final. La que había que ganar. Belgrano se impuso 1-0 a Instituto por la fecha 30 de la Primera Nacional. Anoche el primero le ganó al segundo en el Gigante de Alberdi, donde sacó una ventaja de puntos que, ante la recta final, se impone más que respetable: ocho puntos (60 la “B”; 52, la Gloria). Y más teniendo en cuenta que a Belgrano le queda un partido pendiente (con Quilmes).
 
Al único gol del partido lo marcó Roberto Bochi en contra ante la arremetida de Alejandro Rébola, a los 31 minutos del primer tiempo. Lo gritaron con el alma más de 30 mil personas en el estadio Julio César Villagra. Belgrano y su triunfo en una final que lo acerca a su anhelo de final feliz, el del ascenso. Además, le sirvió para cortar una racha de cuatro cotejos sin triunfos.
 
Lo de las hinchadas fue majestuoso. La de Belgrano en el estadio, desplegando 12 mil banderas, cinco mil globos, casi 100 matafuegos lanzando humo celeste y el delirio de 30 mil personas. Fue imponente. Otra vez, como en toda la temporada, la hinchada de Belgrano jugó su partido, el del aliento. Desde adentro y estando.
 
Y con la hinchada de Instituto apoyando a su equipo con fuegos artificiales desde Alta Córdoba, que se veían en la noche de Alberdi. Otra vez, como en toda la temporada, la hinchada de Instituto jugó su partido: el del aliento. Desde “lejos” y estando.
 
 
Y después el partido. Una final. Un finalón. Pura furia de los jugadores. Puro corazón. El ruido de los choques por la pelota se sentían. El Belgrano-Instituto fue jugado con solemne respeto por la actitud.
 
Y el gol fue un estruendo. Un alarido. Un rugido. Un descontrol. Un auténtico desenfreno. Con gritos en la cara que hubieran horrorizado a los médicos en tiempo de aguda pandemia de coronavirus.
 
En el banco de Belgrano, el entrenador Guillermo Farré explotó. Estuvo a full toda la noche, pero en ese gol le afloró el hincha. Se sacó. Acaso haya sido el arrastre de esas cuatro fechas sin ganar y la necesidad de demostrar que el equipo no se iba a caer. Del otro lado, Lucas Bovaglio lució más “tranqui” aunque no menos arengador, más a su estilo.
 
EL PARTIDO, JUGADO A MIL
 
Tremendo primer tiempo en Alberdi. Y lo de tremendo no fue por lo de partidazo. Sino por la entrega con la que se jugó por parte de los dos equipos. Lo que se puso. Lo que se entregó. Nadie se guardó nada en una dinámica de intensidad. Claro que faltó lucidez y espacio para lirismo. Pero la belleza estuvo en ese modo de disponer esfuerzos de un Belgrano y un Instituto muy respetuosos de los quilates del rival.
 
En ese contexto de duelos mano a mano, hubo para hacer dulce. Lo que no abundaron fueron las situaciones de gol. Y fue Belgrano el que metió el cachetazo desestabilizador con el gol a los 31 minutos del primer tiempo. De arremetida. Con el alma. Después de una pelota parada. Antes y después del gol, lo mismo: dos colosos dejando la piel por ganar una final.
 
¿El segundo tiempo? Igual de nutrido en entrega. Igual de peleado. Con escenas de batallas individuales desparramadas por los espacios del prolijo campo de juego. La gente aprobando despejes cuando Instituto arremetía. Y haciendo silencio con los cambios de Farré. Era el momento de aguantar. Y justo llegó el minuto 68. Y los fuegos artificiales en el cielo. Y el “No se compara” en las tribunas.
 
Y el 1-0 era un bálsamo. Y la roja a Bochi alivió las incomodidades de un partido que estaba sufrible. Pero no fue hasta el instante final que Belgrano pudo desahogarse. Fue gracias a dos salvadas de Nahuel Losada. Una, para evitar un cabezazo que se metía. La otra, para descolgar un centro venenoso. Se gritaron a nivel gol las dos jugadas.
 
Y lo que siguió fue el público celeste de pie y al pie del cañón. Humildemente, la multitud anhelando el final encuentro. Y cantando soberbiamente.
 
Y el pitazo final de Darío Herrera activó un tsunami de alegría. “Belgrano de mi vida, dame una alegría, quiero ser campeón”. Y siguió el “volveremos, volveremos”. Y pasó el “que no salta es de la ‘T’”. Y fue un fiestón. En la cancha, los jugadores se abrazaban. Saltaban. Cantaban. Se expresaban como nunca. Fueron a las cuatro tribunas a devolver gratitud. Lo hicieron con desparpajo. Habían quedado atrás 90 y pico de minutos de una final bravísima.
 
Una final que puede valer el ascenso. Belgrano-Instituto fue un duelo de colosos que quedó para Belgrano. No es poco, es un montonazo en la recta final de la Primera Nacional.

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