La eliminación de Argentina: sin milagro, en nuestro fútbol se impone una refundación
El adiós a Rusia es consecuencia de años de desmanejos que en este Mundial quedaron más expuestos. Hay ciclos cumplidos y una urgente autocrítica.
Claudio Tapia, quien distaba mucho de aquel que pecho inflado había salido primero después del dramático triunfo frente a Nigeria, encabezó la extensa fila de gestos adustos, miradas al piso y silencio sepulcral, sólo interrumpido por las palabras de Javier Mascherano y de Lucas Biglia, dos que ayer le pusieron punto final a su carrera con la celeste y blanca.
Los milagros existen, pero es difícil vivir aferrados a ellos. Un hecho bastante relacionado con lo fortuito le había abierto al seleccionado las puertas a octavos de final después de deambular sin identidad y a los tumbos la fase de grupos, donde apenas empató con la debutante Islandia, derrapó mal contra Croacia y le ganó penando sobre el cierre a Nigeria, en el único partido en el cual evidenció señales positivas.
Pero ayer Francia le dio un baño de realidad a la selección que dirige Jorge Sampaoli, la superó de una forma que el 4-3 final poco representa la diferencia entre ambos y la mandó a casa reduciéndola a un conjunto de voluntades de las cuales sólo se puede rescatar la hombría para dar todo hasta el último minuto._Que no es poco, pero es insuficiente para un seleccionado acostumbrado a moverse en el círculo más jerarquizado del mundo futbolístico.
Inocentes y culpables
Antes, la gente había dado un nuevo veredicto, despidiendo de forma conmovedora a los jugadores en el Kazán Arena, a quienes les reconocieron su esfuerzo y su entrega que frente a un rival como Francia sólo le alcanzó para estar en partido hasta el último instante. Los hinchas, los cuales que hicieron un esfuerzo único para estar en Rusia y los que sufrieron a la distancia desde Argentina, saben que en esta ocasión los integrantes de la selección fueron más inocentes que culpables por este amargo destino.
En este punto es válido recordar que ayer quedó eliminado el último subcampeón mundial y dos veces de América, un mérito que pocos pueden exhibir, aunque también es cierto que Argentina tendrá que seguir esperando para volver a ganar un título en mayores, algo que no sucede desde el lejano 1993, cuando dio la vuelta olímpica en la Copa América de Ecuador.
No fue poco lo que sucedió ayer en la calurosa Kazán que puso punto final a un Mundial pobre para Argentina y que produjo una eliminación que debería traer las consecuencias que se supone, siempre se supone porque en el fútbol argentino es difícil hablar de certezas, frustraciones de este tipo debieran producir.
Desde que la conducción que encabeza Tapia eligió a Jorge Sampaoli para ser el entrenador de la selección, si algo no pudo hacer el entrenador es transmitirle al equipo la paz y calma que el caos en el cual venía inmerso requería.
La turbulencia de Sampaoli se reflejó en cada una de sus palabras y decisiones, de las macro y de las micro, antes y durante el Mundial tanto en lo conceptual como en lo futbolístico.
Argentina nunca tuvo la identidad que el DT pretendía inculcarle y lo padeció hasta el partido de ayer, porque cuando parecía que había encontrado algo, chiquito, poquito, pero algo al fin, en el encuentro frente a Nigeria lo menospreció como base para el partido de ayer y el nuevo plan, ese sin “9” y con el medio campo desguarnecido, hizo agua hasta dejar a la selección a la deriva y sin capacidad de reacción.
La consecuencia fue clara: una nueva decepción para Lionel Messi y varios de los referentes de esta selección, algunos de los cuales seguro jugaron ayer su último partido con la celeste y blanca (Mascherano y Biglia al margen) y olor a ciclo cumplido para un técnico que dijo que no evaluaba la renuncia como una posibilidad pero que si en la AFA hay un mínimo de autocrítica y de balance tendrán como mínimo plantear la situación de Sampaoli.
La frustración fue una consecuencia de años de improvisaciones, vaivenes, descontroles y decisiones equivocadas en una AFA, situaciones que repercutieron en el seleccionado nacional y lo llevaron a depender en exceso de un Messi que ayer, minimizado por el sistema elegido por el entrenador y por el plan de contención que le tendieron los franceses, no pudo ser lo determinante que fue, por ejemplo, frente a Nigeria el martes pasado.
Reducida a quizá a la expresión más pequeña de su historia moderna (desde 1974 para adelante), ahora la selección tendrá que comenzar a transitar el camino de la refundación que frustraciones como estas obligan y requieren. Habrá que ver si el impacto fue tan fuerte como para que los responsables encaren las acciones que se imponen. Para eso, quienes conducen la AFA primero tienen que tener una capacidad de autocrítica y una jerarquía que pocas veces han demostrado.
Comentá esta nota