Otra vez Talleres. Otra vez por la Libertadores. Otra vez las miles y miles de personas en el Kempes. Otra vez la previa debajo del puente de la circunvalación. Otra vez los fuegos artificiales cuando entra el equipo. Otra vez el aliento los 90 minutos. Otra vez la rutina de la pasión. Otra vez lo normal: sentir a Talleres. Noche de Copa con Sporting Cristal. Noche de personajes fascinantes. De hinchas memorables que van y vienen por las afueras y dentro del estadio. Son los que explotan el cemento del coliseo gritando el gol de Esquivel. Son los que deliran cantando el “muchachos, traigan vino juegan Taiere”. Son los que detonan sus tráqueas festejando ese 1-0 portentoso y necesario.

 

Son hinchas de Talleres. De todas las edades. Como los que se ven en la previa. Como “Kuka”, que hace dos semanas estaba saltando con su bandera en el Cristo Redentor de Río de Janeiro y este martes 26 de abril está a full acá en Córdoba. O como Violeta Urtubey, que está haciendo home office desde el estadio. Sí, se “escapó” del trabajo para estar con Talleres y lo cuenta a Mundo D en Instagram durante la previa.

 

O como “Bebucho”, un angelito de cinco años que va a todos lados con su papá, “Kiko”. Y lo de todos lados es literal. El nene (Lorenzo) fue a Brasil y toleró el viaje de decenas de horas como si nada. Y, en el vivo de Facebook de La Voz, el niño hasta tiene la lucidez de corregir al papá (Ezequiel) cuando da cifras de la cantidad de viajes que hicieron juntos. Contando entre ellos el de Santiago del Estero, donde Talleres jugó la final de la Copa Argentina ante Boca. “Bebucho” hasta tiene una bandera de hinchas de barrio Rosedal. Ese chico será leyenda.

 

 

Tanto o más que el hincha-led. Se llama Justino Juárez. Tiene 60 y pico de años y es célebre entre seguidores que le piden fotos. “Bien, maestro, usted está siempre encendido con Talleres. Usted es como Talleres, una luz que nunca se apagará”.

 

Otra vez Talleres. Gane, empate o pierda.