Ilusión, con sus más diversas variantes, es la palabra argentina de moda por estos días mundialistas. Es que el hit “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar...” puso en escena el sentimiento que embarga a todo el país respecto a la selección que dirige Lionel Scaloni.

 

Se hace difícil permanecer ajenos a lo que genera este equipo liderado por un Lionel Messi que atraviesa, a los 35 años, un momento espectacular de su carrera y, sin dudas, uno de los mejores con la celeste y blanca.

 

En este Mundial catarí, Argentina, que recibió un cachetazo tremendo en el debut con el 1-2 frente a Arabia Saudita, experimenta un crecimiento constante tras haber mostrado aquel preocupante nivel con los árabes, que jugaron el partido de sus vidas y dieron una de las grandes sorpresas de la historia de los mundiales.

 

Después de ese mojón y de un inicio flojo en el encuentro ante México, el seleccionado albiceleste sumó a cada instante un motivo para invitar a creer, a confiar, a soñar, a entusiasmarse. Hubo evoluciones colectivas e individuales, progresos desde lo futbolístico, lo físico, lo actitudinal y lo anímico, y jugadores con rendimientos altos, comenzando por el capitán Messi, quien asoma más líder que nunca, tanto para jugar como para marcar goles y para manejar los tiempos del juego, haciéndose cargo en los momentos más complicados.

 

Pero además, se suman variantes en nombres y funciones y un cuerpo técnico que ratificó una de sus máximas, que es que juegan los que están mejor, sin importar antecedentes o pergaminos. Nadie tiene comprado el puesto. “Estén todos atentos”, les dijo a sus futbolistas Scaloni antes del cruce con Australia por octavos. Y así lució Argentina: atenta, conectada, concentrada, sólida. Y así deberá seguir para que la ilusión se extienda hasta el final.